Ese es el sueño de las vacaciones, la vida sin prisa, que gracias al tiempo que se va está llegando, y cada vez más cerca.
En la vida son todo prisas, al menos en esta loca ciudad, en este loco trabajo y teniendo en cuenta que soy uno de esos “culos inquietos” que no pueden parar, todo va más rápido.
Este fin de semana, el pasado y el anterior estuvimos haciendo un millón de cosas y el que viene viajaremos a Murcia, una bonita excursión, que hará que pasemos unos días junto a una de mis mejores amigas y que en este año quiero, al menos, verla una vez más antes de que termine.
La semana pasada fuimos 9 amigos a una casa rural perdida en mitad del campo en un pueblecito perdido también en Ávila. Fue una experiencia absolutamente zen, no prisas, no coches, no stresses más allá de perder al Trivial… Un magnífico marco en el que el frío era polar y sin embargo en la casa teníamos un calor familiar, que aderezado con los diversos licores y el cariño de los amigos hacía que nos olvídasemos de que la nevera era el poyete de la ventana.
Un fin de semana a repetir, si es posible, una vez al año, pasar día y noche juntos, charlando y compartiendo mil historias hasta altas horas de la madrugada. Cientos de fotos y momentos inolvidables…
Y lo mejor de todo es que todo surgió un día hace cualquiera al sabor de unas cañas, en que los 5 que habían ido a la reunión decidieron que querían compartir un fin de semana con los demás amigos del grupo. Una gran idea, sin duda. Que un fin de semana se pare el tiempo y se quede en nuestras memorias para siempre.